LA DIÁSPORA DEL CÓNDOR
Homenaje a Christian Roa
El destino de los libros es incierto, algunos son leídos, otros ignorados, otros van a parar a una biblioteca poco visitada; en fin, los libros han sido forjadores de civilizaciones y eso nadie se lo quita. En las páginas del libro “Fuera de escena” de Gabriel Ayala Pedraza, nos adentramos en una historia contada en primera persona, sobre episodios donde no se reconoce el límite entre lo real, la literalidad de los hechos o la ficción literaria. Esas páginas nos cuentan una historia reciente de un territorio asediado por el exterminio, la represión y la falta de libertad de expresión y activismo político.
La escuela de las Américas tuvo mucho que ver con este proyecto de exterminio del disenso político – social que ha generado vertiginosos desacuerdos históricos que han sacudido a Latinoamérica desde los más profundo de su devenir. El proyecto consistía en cortar el libertario alto vuelo del Cóndor. Narra Pedro Gómez Valderrama en su libro “La otra raya del tigre” cuando describe el paisaje del rio Magdalena y el pensamiento de un europeo recién llegado al trópico personificado por Geo Von Lengerke, quien baja por el rio Magdalena hasta Honda y deduce en sus reflexiones de viaje que Dios es el rio y sus guardianes en el agua son los hieráticos caimanes, en las riveras son los feroces tigres los custodios y cuando inicia su viaje a Bogotá entiende que en las cumbres andinas es el Cóndor su poderoso conserje.
Así que exterminar el símbolo es el comienzo de una política de estado que tendría como principal propósito detectar esas tercerías políticas que surgieron a partir de las hegemonías bipartidistas durante más de doscientos años de pésimos gobiernos, desterrados y crímenes de lesa humanidad.
La novela enciende su testimonio en el marco del último cuarto de siglo veinte, visto desde un militante que sobrevive a este funesto periodo que aplacó el avance de una anunciada revolución producto de las deudas sociales, económicas y libertarias que se habían acendrado en las mayorías y que produjo organizaciones populares, estudiantiles, sociales y campesinas que fomentaron un recrudecimiento de las luchas armadas por el poder tanto en lo rural como urbano.
La lideresa Alicia que acompaña al relator durante los hechos de este grupo de estudiantes universitarios, representa en su genealogía, la influencia alemana en la lucha por el estado desde una mirada liberal que implicó la constitución de logias políticas y económicas que tenían como propósito llegar al poder. Todo este espíritu fue detectado por otras vertientes quienes vieron un germen de contradictores políticos que generó una réplica violenta para mandar “Fuera de escena” a sus principales líderes que llevaron al desmembramiento de múltiples familias.
La abuela Eduviges se convierte en la guardiana de una especie de secreto familiar que forma parte de la trama intrínseca de la historia y adicional sostiene férreamente una posición ideológica forjada desde una tradición comprometida con la idea de llegar al poder.
La obra en su estructura narrativa esta mediada por la influencia experimental de la obra de G.G. Márquez con ciertas herramientas narrativas como los juegos temporales, como en el inicio de la novela “Nunca pensé que al retornar a casa, recibiría la llamada de aquella mujer, que al desaparecer muchos años atrás, habría de cambiar el rumbo de esta historia” Desde ese momento los tiempos de la narración no cesan de entretejerse con el lector; así mismo, los anagramas de los nombres de los personajes y las historias tras escenas.
En los entramados de las luchas estudiantiles surgían cuadros de militantes y líderes que iban asumiendo derroteros ideológicos para conformar grupos de estudio como solía llamarse a esas reuniones donde se planeaban acciones, paros estudiantiles e incluso los contenidos de los discursos que afloraban en los espacios de las universidades públicas. Plazoletas, corredores y entradas de edificios emblemáticos, auditorios menores, la plaza de la biblioteca o las calles que conducían a la universidad, fueron escenarios para las diferentes posturas políticas que incluso reñían entre sí. Los “piñas coladas” que eran los infiltrados de las fuerzas militares embestidos como vendedores de limonada o tinto y los disidentes culturales como Lucas un teatrero existencialista y rumbero cuyas acciones surrealistas; a lo mejor, lo sacaron de los listados de la aberrante Inteligencia militar que custodiaba los estatutos de la seguridad nacional.
La novela fluye con la voz de este militante que acompaña desde prudencial distancia los hechos que van generando la diáspora del Cóndor. Uno a uno van saliendo del proscenio ante la mirada de este narrador que teje con los días y años no solo la memoria sino también el olvido, “tiempo después, recordaré este momento disfrutando unas cervezas con Mauro y entre risas, sabré asimilar la verdad.” … ¡Cuántos años han pasado! Me sorprendo, y hasta envidio la manada de gansos que, despreocupados, deshacen la madeja del tiempo, …”.
Para un radical nada peor que otro más radical, solía decirse frente a las posturas dogmáticas de los grupos militantes como también las posturas fascistas de las fuerzas militares que asediaban sin tregua como una sombra siniestra sobre los líderes y estudiantes. En esa llamada inteligencia militar existían grandes dosis de irracionalidad y perversidad desde el poder militar y la impunidad que solía tener como manto de protección estos crímenes de estado.
La novela sostiene el misterio con la fortuna que se esconde y cuyo único propósito es llegar al poder. De igual forma la incógnita de la supuesta muerte de Alicia. La inteligencia o malicia del arte para burlarse de la obscena inteligencia militar que transcurre en la historia con un dominio narrativo de los tiempos, las vicisitudes y destinos de cada personaje y el cuidado íntimo del escritor en no hacer visibles desde la literalidad los nombres reales de quienes lucharon en carne viva esta cruda realidad y que aún hoy azota nuestra memoria, libertades y anhelos de cambio.
Fui parte de esta historia siendo estudiante de la universidad y testigo de la infame desaparición del jardinero Christian Roa. Recuerdo ser parte del grupo de trabajadores y estudiantes que se tomaron la entrada de la universidad como protesta hasta que nuestro amigo nunca apareció. Dicen las malas lenguas, es decir, las que sembraron el terror y el miedo infame que Christian fue torturado, ahogado y desaparecido en el rio Magdalena.
Un abrazo dialogante a nuestro querido escritor Gabriel Ayala Pedraza en espera que tanto su pluma como sus historias nos descifren los laberintos del tiempo.