Diana Marcela Peña Reátiga

Diana Marcela Peña Reátiga

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Licenciada en Español y Literatura (UIS). Ha publicado dos obras poéticas: Música de hojas (2029) y Agua del desierto para esta sed (2021). Es cofundadora del Colectivo SIE7E (primer colectivo cultural de mujeres poetas). En el 2019, participó en el recital organizado por el Movimiento Poético Mundial (World Poetry Movement o WPM). Ha colaborado en revistas y espacios culturales como: La Chueca, Coma, Plataforma Cultural Alter Vox Media, Humor Gráfico, Tres Perros, La Casa del Libro Total, Revista Latinoamericana de Cultura Literariedad, la editorial Norte/Sur, el blog Trecefonistas y la revista Latinoamericana de poesía La Raíz Invertida. Además, participó en la antología de poetas colombianas Vórtice Lírico, en la antología de poesía erótica Trazos Tórridos, en la antología de poemas de resistencia Yo vengo a ofrecer mi poema y en la cartografía poética de mujeres colombianas Luz al Vórtice de las palabras. Es fundadora de la editorial independiente Ediciones Cometa.

Poemas

 

Floresta indescifrable

 

Es una tarde soleada y voy hacia el parque a recoger el

fantasma de mi viaje; días que ahora contemplo nublados por

la bruma, ocultos tras los edificios, arrollados bajo los autos.

Hace calor sobre esta página y el fantasma sonríe

complacido bajo la luz de la ciudad. Yo siento pesar por la

piel que mudé y por este nuevo escenario, donde no podemos

reconocernos.

La historia pasa como un rostro al que nunca ofrecimos

un saludo y se pierde pronto entre la muchedumbre.

Me detengo en mi fantasma, me abraza y es como

regar las plantas, pescar hombres en el malecón o tocarse

bajo la lluvia.

El tiempo es una vértebra y se pierde como un orgasmo.

Los amantes se miran presos en esta floresta indescifrable.


Fronteras imprecisas

 

Es la hora del despertar, cuando los sueños se desvanecen y

las gentes van de la casa a la oficina convencidas de que no

sueñan.

Yo te busco en la ciudad adormecida que teje como

araña sus desvelos. Te busco en ese lugar indefinido donde

iremos a parar después del ocaso. Un lugar de fronteras

imprecisas, maleables como arcilla, donde crujen los relojes

ante la futilidad de su existencia.

El verano arrecia y los prados sedientos anhelan

nuestros pies para ir al río tras un poco de agua. Días en

que un cielo de pocas nubes pinta tu rostro a penas por un

instante y luego lo deshace, como quien enmienda un yerro.

Nos correspondió el olvido. Esa palabra me hace pensar

en el polvo que cubre los muebles de una casa abandonada, en

su jardín reseco y en las flores que lo habitaron. Aceptarlo ha

sido una tarea necesaria, cuesta esbozar una cara amable en

un rostro plagado de lejanías.

Quedan las palabras y esta página me exige ser voz

encendida. Entre el suspiro y el recuerdo hay una pausa breve

donde cabe el asombro. No importa si en estos ires y venires

ya no nos encontramos, la vida es un barullo.


Contemplación de la marejada

 

Es parte de la naturaleza del agua rebelarse contra su orilla,

ante su ímpetu puede que algo claudique en nuestro ánimo y el

silencio sea respuesta sabia en ausencia de las palabras.

La mar sabe de ocasos y amaneceres

y sabe enfurecer cuando es debido.

Entonces todos huyen y ella se queda solitaria

desafiando sus propios límites.

El agua lava las formas, vacía las huellas.

Bajo los pies la caricia húmeda, la pérdida

/instantánea de asidero.

Mar adentro, pequeños espejuelos y pececillos

mordisqueando nuestras nalgas.


(Proyecto apoyado por la Secretaría de Cultura y Turismo de Santander)

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